Una
canción preciosa de la cual hay esta única versión registrada en disco,
directo en el Olympia en 1964, se dice que después de oír el resultado de aquella grabación en directo, intuyó que su fuerza radicaba, mucho, precisamente en el directo y entonces decidió que
jamás la grabaría en estudio. Nunca la grabó en estudio.
Brel
es uno de los cantantes y compositores de música popular que más me
gustan (como va a pasar con todos los que voy a ir colgando en esta sección). Se dice que vomitaba antes de cada actuación, pero eso me parece
mucho, ya que mientras estuvo en los escenarios hacía más bolos que días tiene el año. Lo que está
claro es que se dejaba la piel en cada actuación (sólo hay que ver
las filmaciones de sus directos para darse cuenta de ello, la que os
dejo es una muestra). Llevó como pianista arreglista a François
Rauber, excelente músico y director de la orquesta. Como algunos
sabéis, yo, toco acompañando a Paco Cuenca haciendo un repertorio
de Brel, por lo que he tenido que escucharlo mucho (a Brel) y os aseguro que en
ocasiones no debía ser nada sencillo seguirle, dado su ir y venir con
las melodías, los arreglos se adaptaban a la perfección, cuando era necesario, para poder darle esta libertad que el cantante necesitaba en estas ocasiones. El gran Rauber convenció a Brel
que dejase de tocar la guitarra en las actuaciones (yo también
convencí a Cuenca de eso) y eso hizo nacer al teatral Brel. Rauber
trabajó haciéndole los arreglos y tocando con él desde 1956 a 1978
(hasta la muerte de Brel), una simbiosis perfecta, Rauber embelleció
las canciones compuestas por el cantante belga, una labor magistral.
A
disfrutar, volveremos a visitar a Brel. Amsterdam, gran canción.
François
Rauber, también arregló para Barbara, Juliette Gréco, Moustaki,
Aznavour, incluso Sting, entre otros.
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